Meditar las horas siguiendo el sentido de las flechas: |
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JUEVES. A las seis de la tarde: Jesús se ciñe con un lienzo, y echando agua en una bacía, lava los pies a sus discípulos, los enjuga y besa. ¡Qué humildad!
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A las siete, instituye el Santísimo Sacramento, dando a los sacerdotes el pasmoso poder de convertir el pan y vino en su Cuerpo y Sangre preciosísima. ¡Qué amor!
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A las ocho, va al huerto de Getsemaní; y a pesar de la tristeza y sudor de sangre, ¡cuán fervorosa y constante es su oración!
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A las cuatro, le bajan de la cruz; ¡qué escena aquella tan tierna! ¡Qué lágrimas! ¡Qué coloquios!
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A las cinco, mira a Jesús en los brazos de su Madre, y, viendo sepultado a su Hijo, toma parte en su dolor.
FIN
![[Estampa del siglo XIX con un grabado del reloj de la pasión de Jesús]](http://www.devocionario.com/imagenes/reloj_pasion.jpg)
Reloj de la Pasión
“¡Qué diferentes voces eran: quita, quita, crucifícale y bendito sea el que viene en el nombre del Señor, hosanna en las alturas! ¡Qué diferentes voces son llamarle ahora Rey de Israel, y de ahí a pocos días decir: no tenemos más rey que al César! ¡Qué diferentes son los ramos verdes y la cruz, las flores y las espinas! A quien antes tendían por alfombra los vestidos propios, de allí a poco le desnudan de los suyos y echan suertes sobre ellos.”
San Bernardo
Sermón sobre el Domingo de Ramos |
A las nueve, es entregado por Judas, preso, cargado de cadenas y abandonado de sus discípulos: ¿y no le has entregado tú también alguna vez?
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A las tres, entrega su Espíritu al Padre Eterno, y muere por mi amor. (Reza cinco Padrenuestros).
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A las diez, le llevan a casa de Anás: ¡cuán diferente entrada hace hoy en Jerusalén de la que hizo el día de Ramos! ¡Qué terrible bofetada le dan!
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A las dos, se queja amorosamente con su Padre: tiene sed, ¡y le dan a beber hiel y vinagre!… Ya todo se acabó.
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VIERNES. A las cuatro de la mañana. Ha sufrido esta noche infinitos escarnios en casa de Caifás: Pedro le ha negado tres veces, y ahora gritan todos que es blasfemo y digno de muerte. ¡Qué ingratitud!
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A la una, ruega por sus verdugos, abre el paraíso al ladrón; y nos da por Madre a su propia Madre: ¡qué bondad!
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A las cinco, le conducen ante Pilatos ¡qué insultos por las calles! ¡Con qué furor le acusan!
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A las doce, le desnudan y clavan en la cruz: ¡qué ignominia! ¡Qué tormento!
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A las seis, es presentado a Herodes; le visten una ropa blanca y escarnecen como a loco; ¡y es la Sabiduría infinita!
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A las once, sale ya con la Cruz a cuestas. ¡Qué caídas tan dolorosas! ¡Qué amargura, cuando encuentra a su Madre! ¡Qué palabras tan tiernas dirige a las mujeres que le siguen!
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A las siete, Pilatos le compara con Barrabás y ¡ay!, es pospuesto a tan vil asesino.
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A las diez, dice Pilatos: Ecce homo, mostrándole al pueblo, y éste pide feroz que sea crucificado. Cede el cobarde juez y le condena a muerte.
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A las nueve, le hincan en la cabeza una corona de setenta y dos espinas. ¡Qué tormento!
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A las ocho, mírale atado a la columna, y despedazado con más de cinco mil azotes.
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